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Petróleo en Colombia. El problema no es el precio.

Por raro que suene, el problema con el petróleo en Colombia no es el precio. A fin de cuentas una reducción de precio se contrarresta con mayor eficiencia, es decir haciendo más actividad con menos recursos y en eso la industria petrolera es maestra. Es un proceso que no deja de ser doloroso, porque implica desempleo y desaparición de empresas, pero en un tiempo relativamente corto vuelve y se logra un equilibrio. Repito, ese no es el problema.

Fig 1. Evolución histórica de la adquisición sísmica en tierra. (ANH)

El problema viene de tiempo atrás, desde 2010 para ser más exactos (Fig 1), cuando se empezó a evidenciar un descenso pronunciado en la actividad exploratoria y un aumento inusitado en la conflictividad social sobre la base de un repentino interés(?) por el medio ambiente y un apetito desmedido y claramente criminal de ciertos actores por sacar ventaja de la contratación de bienes y servicios. La caída del precio solo profundizó la crisis y distrajo el interés.


La prueba es que si hoy el precio del petróleo volviera a subir, o si se hicieran efectivas medidas de alivio tributario, ello no garantizaría el retorno de la actividad exploratoria porque la dificultad de fondo sigue existiendo y de hecho se ha agudizado. Hoy en día no se sabe con certeza cuales son las condiciones que deben cumplirse para que una comunidad indígena deba ser consultada. De hecho, operaciones en curso que han cumplido con todos los requisitos de ley en su momento, están viendo cuestionada su actividad por temas de consulta previa. Los criterios ambientales para el otorgamiento de licencias son poco uniformes y en ocasiones impredecibles. Hay licencias con tal cantidad de restricciones que terminan haciendo inviable la actividad, lo cual no sería inconveniente si ello fuera evidente desde antes de asumir un compromiso con la ANH. Desde el lado social, la desinformación campea en las regiones y las especulaciones se utilizan para aterrorizar a las comunidades y sembrar dudas en toda la institucionalidad, por demás débil, desintegrada y por tanto manipulable. El rigor técnico brilla por su ausencia en las grandes discusiones que terminaron convertidas en espacios mediáticos del tamaño de unos cuantos tweets. Los ejemplos son numerosos y saltan a la vista. Este es el verdadero problema y no es pequeño.

Fig 2. Los cálculos de la UPME y otras voces autorizadas han alertado sobre la peligrosa posibilidad de una pérdida de autoabastecimiento de hidrocarburos.

Ahora bien, ¿por qué este tema nos interesa a todos los colombianos? Porque si no exploramos, en unos cinco años dejaremos de ser autosuficientes y le diremos adiós a las regalías, a la renta petrolera, al empleo y a toda la actividad económica asociada a la industria del petróleo. (Ver Figura 2.). Si hoy nos quejamos del alto costo de los combustibles, ¿qué podría pasar con los precios cuando debamos importar la gasolina y el gas? ¿Cuál es el sector que de manera inmediata entrará a subsanar el hueco fiscal de billones de pesos que comienza a sentir el país? Si Ud cree que hoy paga muchos impuestos, espere un par de años para que vea lo que es pagar. Mucha gente dice que no se puede comer el petróleo y no se da cuenta de que indirectamente ha comido, se ha movido y ha vivido por años gracias a los ingresos del petróleo.

Lo cierto es que la industria petrolera puede convivir en armonía con el medio ambiente y que lo que se requiere no es regulación débil sino fuerte pero clara y predecible. Es decir reglas de juego estables que no estén sujetas al vaivén de los oportunistas.

La industria en general, en Colombia, parece enfrascada en el impacto del precio internacional del petróleo y es lógico que así sea. Sin embargo mientras discutimos posibles fórmulas de alivio para viabilizar los proyectos desde el punto de vista financiero, el entorno se hace cada vez más complejo y no hay signos esperanzadores. Es decir, estamos ocupados hablando del color de las paredes y la calidad del mármol, mientras el piso se sigue desmoronando (Fig 3).

Fig 3. Así se ve el panorama de la industria del petróleo en Colombia. Los cimientos requieren acción urgente.


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